UN PEQUEÑO PUNTO DEL UNIVERSO





EN UN PEQUEÑO PUNTO DEL UNIVERSO
Considera nuevamente ese punto. El es aquí, es nuestro hogar, es nosotros. Allí, todos los que amas, todos los que conoces, todo aquel de quien has escuchado hablar, todo ser humano que ha existido, vivió y vive su vida.
El conjunto de nuestra alegría y nuestro sufrimiento. Miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas. Cada cazador y recolector; cada héroe y cada cobarde; cada creador y cada destructor de civilizaciones; cada rey y cada campesino; cada joven pareja de enamorados; cada madre, cada padre y sus esperanzadores infantes; cada inventor y cada explorador; cada maestro de la moral; cada político corrupto; cada “superestrella”; cada líder supremo; cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie, han vivido allí, sobre una partícula de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un pequeño grano en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramada por todos esos generales y emperadores, que entre glorias y triunfos pudieron convertirse temporalmente en amos de una fracción de ese punto. Piensa en las infinitas crueldades provocadas por los habitantes de un rincón de este píxel, que no son muy diferentes a las crueldades de los habitantes de algún otro rincón. ¿Cuán frecuentes son sus malentendidos? ¿Cuán dispuestos están a matarse los unos a los otros? ¿Cuán fervientes son sus odios?
Todas nuestras posturas, toda nuestra atribuida autoimportancia imaginaria, la ilusión de que estamos en algún lugar privilegiado en el universo, son puestas en tela de juicio por este punto de pálida luz.
Nuestro planeta es un solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica. Y en toda esta oscuridad, en toda esta inmensidad, no hay ningún indicio de ayuda que pueda llegar desde el exterior para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta hoy que contiene vida. No existe ningún otro, al menos en un futuro próximo, donde nuestras especies pudiesen migrar. ¿Visitarlos? Sí. ¿Habitarlos? No todavía. Nos guste o no, por el momento, la Tierra es donde permaneceremos.
Se ha dicho que la astronomía es una experiencia que enseña humildad y que imprime carácter. Quizá no haya mejor demostración de la locura del orgullo humano que esta distante imagen de nuestro diminuto mundo. Para mí, subraya la responsabilidad de respetarnos los unos a los otros, y la de preservar y proteger a este punto azul pálido, el único hogar que hemos conocido.
Carl Sagan 1934 – 1996.
 

Desde esta perspectiva tan distante, la Tierra podría no tener ningún interés en particular. Pero para nosotros es diferente.
Considera nuevamente ese punto. El es aquí, es nuestro hogar, es nosotros. Allí, todos los que amas, todos los que conoces, todo aquel de quien has escuchado hablar, todo ser humano que ha existido, vivió y vive su vida.
El conjunto de nuestra alegría y nuestro sufrimiento. Miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas. Cada cazador y recolector; cada héroe y cada cobarde; cada creador y cada destructor de civilizaciones; cada rey y cada campesino; cada joven pareja de enamorados; cada madre, cada padre y sus esperanzadores infantes; cada inventor y cada explorador; cada maestro de la moral; cada político corrupto; cada “superestrella”; cada líder supremo; cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie, han vivido allí, sobre una partícula de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un pequeño grano en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramada por todos esos generales y emperadores, que entre glorias y triunfos pudieron convertirse temporalmente en amos de una fracción de ese punto. Piensa en las infinitas crueldades provocadas por los habitantes de un rincón de este píxel, que no son muy diferentes a las crueldades de los habitantes de algún otro rincón. ¿Cuán frecuentes son sus malentendidos? ¿Cuán dispuestos están a matarse los unos a los otros? ¿Cuán fervientes son sus odios?
Todas nuestras posturas, toda nuestra atribuida autoimportancia imaginaria, la ilusión de que estamos en algún lugar privilegiado en el universo, son puestas en tela de juicio por este punto de pálida luz.
Nuestro planeta es un solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica. Y en toda esta oscuridad, en toda esta inmensidad, no hay ningún indicio de ayuda que pueda llegar desde el exterior para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta hoy que contiene vida. No existe ningún otro, al menos en un futuro próximo, donde nuestras especies pudiesen migrar. ¿Visitarlos? Sí. ¿Habitarlos? No todavía. Nos guste o no, por el momento, la Tierra es donde permaneceremos.
Se ha dicho que la astronomía es una experiencia que enseña humildad y que imprime carácter. Quizá no haya mejor demostración de la locura del orgullo humano que esta distante imagen de nuestro diminuto mundo. Para mí, subraya la responsabilidad de respetarnos los unos a los otros, y la de preservar y proteger a este punto azul pálido, el único hogar que hemos conocido.

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